Para las
personas, la salud mental, física y el bienestar social son componentes vitales
que se encuentran ligados. Con el desarrollo del conocimiento acerca de esta
interrelación, se comprende más claramente que la salud mental es crucial para
asegurar el bienestar general de los individuos, sociedades y países.
Gozar de un buen
estado de salud mental permite a las personas reconocer sus habilidades,
superar el estrés cotidiano de la vida, trabajar de forma productiva y hacer
aportaciones a su comunidad. La salud mental mejora la actitud de individuos y
comunidades y les permite alcanzar sus propios objetivos (OMS, 2019).
Sin embargo, en
el contexto de la región de las Américas y del Mundo, los trastornos mentales
constituyen un serio problema de salud pública con un alto costo social, que
afecta a las personas sin distinción de edad, sexo, nivel socio-económico y
cultural. En términos epidemiológicos, el 15% de la carga económica mundial por
enfermedad y el 33% de los años vividos con discapacidad son atribuibles a los
trastornos mentales. Además, el suicidio constituye una de las tres principales
causas de mortalidad entre las personas de 15 a 35 años. Las evidencias
mundiales dan cuenta que no hay salud sin salud mental (OPS, 2019).
El 17% de las
personas en México presenta al menos un trastorno mental y una de cada cuatro
lo padecerá como mínimo una vez en su vida. Actualmente, de las personas
afectadas, sólo una de cada 5 recibe tratamiento. Del presupuesto en salud en
México, sólo se destina alrededor del 2% a la salud mental, cuando la
Organización Mundial de la Salud recomienda que se invierta entre el 5 y el
10%. Además, el 80% del gasto en salud mental se emplea para mantener
hospitales psiquiátricos, mientras que se destina muy poco a detección,
prevención y rehabilitación (INCyTU, 2018).
La depresión,
los problemas asociados al consumo de alcohol, la esquizofrenia y el trastorno
bipolar están entre las seis causas principales de discapacidad, con una
tendencia al alza. Para el 2030 la depresión será la segunda causa de
disminución de años de vida saludable a escala mundial y la primera en los
países desarrollados (INCyTU, 2018).
Por lo anterior,
la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció la creciente importancia
de la salud mental como un asunto de interés público, al incluirla en los
Objetivos Globales del Desarrollo Sostenible, ODS. El objetivo 3, busca
garantizar una vida saludable para promover el bienestar en todas las edades y
destaca el compromiso de trabajar en la prevención y tratamiento de
enfermedades no transmisibles, incluyendo los trastornos conductuales,
neurológicos y del desarrollo humano. Se pretende para 2030 reducir en un
tercio la mortalidad prematura y fortalecer la prevención y tratamiento del
abuso de sustancias adictivas y el consumo nocivo de alcohol.
En este sentido,
es necesario que los profesionales en el área de la enfermería, adquieran un
conocimiento amplio de los procesos de salud y enfermedad mental, para que sean
capaces de elaborar estrategias de prevención e intervención individual,
familiar y para la comunidad en el área de la salud mental, basadas en una
atención multidisciplinaria que les permita el abordaje integral a los
pacientes, considerando el respeto de la integridad física y emocional del
paciente psiquiátrico.